Extracción sin freno, contaminación de fuentes y agotamiento del agua están creando un punto de inflexión en la región central de México, según las contundentes investigaciones presentadas por el Dr. Pedro Francisco Rodríguez Espinosa, director del Centro Interdisciplinario de Investigaciones y Estudios sobre Medio Ambiente y Desarrollo (CIIEMAD) del Instituto Politécnico Nacional (IPN). El socavón de Puebla es otra expresión de un problema que se agrava con los años.

EL Dr. Rodríguez Espinosa durante la conferencia del viernes 7 de noviembre / Imagen: Cupreder
En su conferencia magistral celebrada el viernes 7 de noviembre de 2025 en la sede del Centro Universitario para la Prevención de Desastres Regionales (Cupreder) de la BUAP, el científico advirtió que la actividad humana ha precipitado una crisis geohidrológica sin precedentes, visible en fenómenos tan dramáticos como el colapso del socavón de Juan C. Bonilla y la contaminación predecible del Río Atoyac.
La conclusión más alarmante es que “la sustentabilidad no concuerda con ciclos políticos de tres o seis años”, mientras que el recurso que usamos es la “última reserva de agua potable que tenemos para afrontar el futuro”.
El Acuífero Fósil y la Inminente Extinción del Recurso
El Dr. Rodríguez Espinosa inició su exposición alertando sobre la crisis global del agua subterránea (AS). Contrario a la creencia popular, el agua dulce del planeta no solo se concentra en glaciares (68.7%), sino que el agua subterránea constituye el 30.1% del agua dulce global disponible. Más aún, esta reserva profunda aporta cerca del 59% del caudal fluvial global.
La intensificación de la extracción está forzando un fenómeno conocido como el “pico del agua subterránea” (Peak Groundwater), una analogía al pico del petróleo que predice el punto máximo de explotación antes de que el recurso comience una disminución irreversible.

¿Un futuro sin agua en la región Puebla-Tlaxcala? / Imagen generada con Grok
Según modelos citados por el científico y publicados en Nature Sustainability, el pico global se proyecta para “mediados del siglo XXI (2050)”. No obstante, la crisis ya es una realidad, pues “en 21 cuencas ya llegó el pico”, y esta situación se concentra en “países con altas tasas de extracción actuales“.
El Dr. Rodríguez Espinosa enfatizó que el pico significa una “disminución de la disponibilidad del agua a partir de ese punto”, haciendo que
“un tercio de las cuencas del mundo sean inviables”.
Agua de la Edad de Hielo bajo Estrés en Puebla
La investigación realizada por el equipo del CIIEMAD-IPN en el Acuífero del Valle de Puebla reveló datos perturbadores sobre la edad del agua que actualmente se extrae. Mediante técnicas isotópicas como el radiocarbono 14, se determinó que el acuífero coexiste con agua fósil y agua subterránea no renovable.
La datación de las muestras en 100 pozos en el Valle de Puebla reveló una infiltración de agua con una antigüedad superior a 35,000 años. Específicamente, una muestra en San Andrés Cholula arrojó una radioedad de 35,830 años. Esta agua data de los últimos episodios glaciares e interglaciares del Pleistoceno.

Pedro Francisco Rodríguez Espinosa en otra instantánea de su conferencia / Imagen: Cupreder (2025)
El científico explicó que estas aguas son “aguas viejas de deshielo”, retenidas por las formaciones de morrenas identificadas en La Malinche (M1 a M5). Esto confirma que al extraer esta agua, se está consumiendo un recurso que se recargó hace milenios y que no se renovará en la escala de tiempo humana.
En este sentido, nuevas clasificaciones establecen que el agua no renovable es aquella con tiempos de renovación superiores a 100 años, un umbral superado por la mayoría de las muestras.
La extracción es tan intensa que se ha detectado una alta incertidumbre en la profundidad del recurso a nivel global. Además, en el acuífero poblano, la explotación está moviendo la hidrogeoquímica del sistema. Al explotar pozos que penetran hasta 180-250 metros, el equipo encontró una concentración anómala de boro en la ciudad de Puebla (un hotspot cerca de la Calle 23).
Este boro, que permite trazar la actividad geotérmica, está subiendo desde las profundidades, revelando que el acuífero está
“trayendo agua de compartimentos más profundos y de origen geotermal que compensa la extraída”.
El estrés es tal que estudios de isótopos de carbón en 6,455 pozos a nivel global indican que entre el 42% y el 85% del agua es fósil, especialmente a 250 metros de profundidad. El agua joven es marginal: “Menos del 6% del agua en la porción superior es moderna (recargada)”.
El Socavón de Puebla: Consecuencia de la sobreexplotación en Juan C. Bonilla
El Dr. Rodríguez Espinosa presentó los hallazgos de su equipo en el caso del socavón de Santa María Zacatepec, Juan C. Bonilla, ocurrido en mayo de 2021. La investigación del IPN fue categórica al determinar que el fenómeno fue un
“colapso inducido por la sobreexplotación del agua subterránea”.

El socavón de Puebla, en la comunidad de Juan C. Bonilla /Imagen: cortesía de La Jornada de Oriente
El socavón de Juan C. Bonilla es el resultado de la
“concurrencia de la extracción exhaustiva de agua subterránea y las condiciones sedimentológicas volcánicas naturales”.
El fenómeno fue clasificado como una “nueva generación de socavones en ambientes terrígenos”, diferente a los hundimientos kársticos (por disolución de carbonatos) que explican la mayoría de los casos en el mundo.
La clave de la catástrofe fue el “arrastre de sedimento provocado por la sobreexplotación del agua subterránea”, generado por la “intensa explotación circular del agua subterránea observada desde hace 15 años” en la zona.
Los datos geohidrológicos arrojaron una caída crítica del nivel freático:
• En 2005, el nivel estático se encontraba entre 11 y 12 metros de profundidad.
• Actualmente, el nivel ha descendido 8 metros en 15 años, quedando el nivel estático a los 18-19 metros de profundidad.
El descenso del agua generó una zona de aireación que, al perder el soporte del agua, compactó y creó “oquedades”. Los estudios de Tomografía Eléctrica Resistiva (TRE) y Mecánica de Suelos (Penetración Estándar) corroboraron la existencia de estos vacíos.
El Dr. Rodríguez Espinosa afirmó que las pruebas de penetración registraron “cero golpes” de la máquina a los 10, 15 y 20/21 metros de profundidad, lo que demostró la existencia de huecos en el subsuelo compuesto de cenizas volcánicas jóvenes. Al explotar el agua, la bomba se llevaba los sedimentos más fácilmente erosionables, lo que finalmente ocasionó el colapso.

Pedro Francisco Rodríguez Espinosa, director del Ciiemad IPN
A pesar de la alarma, el análisis fisicoquímico del agua recuperada del socavón, que se realizó mediante una peligrosa maniobra con “tensores de acero” y poleas, demostró que el agua correspondía al “volumen del nivel freático de la zona”.
Los resultados de Demanda Química de Oxígeno (DQO) y Demanda Biológica de Oxígeno (DBO) “estuvieron dentro de los rangos declarados para agua prístina y apta para el consumo humano”, descartando su origen en drenaje urbano, descargas residuales o agua sulfurosa.
El Río Atoyac: Un Cóctel de Contaminación Armónica
La investigación del IPN sobre el Río Atoyac reveló una faceta igualmente preocupante sobre la contaminación superficial: es sistemática, predecible y originada en la actividad industrial.
El equipo del Dr. Rodríguez Espinosa desarrolló una “tecnología espectral” que utiliza un “barrido espectral entre 200 y 750 nanómetros” para caracterizar las parcelas de agua en tiempo real y determinar los contaminantes de las “descargas furtivas de las industrias”. Esta tecnología fue reconocida por la Organización de las Naciones Unidas (ONU).
Mediante una red de nueve estaciones de monitoreo en tiempo real instaladas a lo largo del río, se metabolizaron “750,000 datos de la serie del tiempo” para analizar el comportamiento de la contaminación.
El descubrimiento central fue que la contaminación en el río es “armónica”. El río está “pulsando conforme la actividad humana”. Al aplicar el Ventaneo Matemático y la Transformada de Fourier continua, el análisis matemático arrojó la hora pico de las descargas más importantes: “a las 23:00 horas”, evidenciando un patrón cuantificable de contaminación.
Los contaminantes identificados incluyen “toneladas de tintes (anilina)” y compuestos asociados a empresas textiles, lo que conforma un “cóctel” de difícil tratamiento.
Para establecer el vínculo científico entre esta contaminación industrial y la salud humana, el equipo del Dr. Rodríguez Espinosa está utilizando las Tierras Raras (Rare Earth Elements – REE) como “tracers” o vectores ambientales.
El uso de REE es crucial porque “la cosa muy difícil es demostrar que la contaminación del río es la que le está haciendo daño a la gente, por muy descabellado que pudiera parecer. Eso no se puede demostrar matemática y científicamente”. Sin embargo, la investigación ya logró establecer el “puente” científico:
“Nosotros encontramos ya tierras raras en los patos, en la sangre”.
También se encontró esta firma geoquímica en los lirios acuáticos.
El Dr. Rodríguez Espinosa explicó que la presencia de REE sirve para rastrear “toda la historia de ese arrastre [de contaminantes] hasta dónde se hasta dónde se lo comió el pato”.
Gobernanza y Economía Circular: El Único Camino Viable
Ante la evidencia de la sobreexplotación del acuífero, el colapso inducido del subsuelo y la contaminación predecible, el Dr. Rodríguez Espinosa concluyó que la solución no es solo tecnológica, sino de política pública y gobernanza.
El experto afirmó que la solución para el agua está “en el origen”. Para la contaminación industrial, la clave es la reingeniería de los procesos. Se propuso un “modelo pigouviano” donde las “multas se inviertan en la reingeniería del proceso”, en lugar de cobrarlas, fomentando así la “economía circular”.
El investigador destacó que la regeneración del agua al 100% sí es posible, pero se requiere de la voluntad política. Subrayó que la sustentabilidad no puede depender de los tiempos electorales lo que la convierte las soluciones de largo plaz en el “archienemigo número uno de los políticos”.
Por ello, la gobernanza es crucial. Esta requiere que “los datos y el análisis de los datos pasa a la comunidad, a la sociedad”, y que esta sociedad organizada participe en la definición de las políticas públicas basadas en información científica “publicado”.
La concurrencia de factores humanos—la extracción intensiva, la alteración del ciclo hidrológico y la contaminación predicha—junto con las condiciones sedimentológicas naturales, están provocando una “nueva generación de sumideros”.
La información científica obtenida, incluyendo las radioedades y la hidrogeoquímica isotópica, “puede dictar nuevas políticas públicas para la extracción”, como la única ruta para salvaguardar la calidad y cantidad de lo que es la
“última reserva de agua potable”
