El Fonden dejó, tras su extinción en 2021, una deuda de 13,000 millones de pesos que reveló Claudia Sheinbaum. Es tiempo de recordar qué fue realmente el Fondo Nacional de Desastres antes de que la nostalgia mediátics reinvente un pasado que nunca existió.
En el corazón del debate político mexicano contemporáneo, pocas instituciones extintas despiertan tanta polarización y “nostalgia terrible” como el Fondo de Desastres Naturales (Fonden).
Mientras la oposición política y ciertos sectores de la opinión pública hegemónica lo añoran como un instrumento esencial para la atención de emergencias, los datos duros y la experiencia histórica de tres sexenios revelan un fideicomiso marcado por la corrupción, la ineficiencia burocrática y una profunda opacidad.

El presidentre Zedillo en Tezitulán (octubre 1999) / Imagen: cortesía de La Jornada de Oriente
Sin embargo, la realidad, esa compañera ingrata que los tecnócratas ilustrados y las plañideras del viejo régimen siempre dejan de lado, es que el Fonden se convirtió, desde el principio, en un barril sin fondo, perfecto arquetipo de la corrupción institucional, la discrecional opacidad y la inoperancia crónica.Al momento de su defunción, allá por el año 2021, el Fondo Nacional de Desastres no era más que una gigantesca hipoteca que el Estado se vio obligado a saldar.
El Fonden era eso: una caja chica que utilizó la calamidad como pretexto para generar negocios enormemente lucrativos, un mecanismo de simulación que protegía los intereses del poder político en turno y los grupos empresariales asociados, a costa de la miseria de los damnificados. Y si las migajas llegaban, casi siempre era demasiado tarde y demasiado mal.

El desmantelamiento del Fonden no fue, por tanto, un capricho ideológico, sino un acto forzoso de saneamiento ante el cáncer estructural de la administración posneoliberal.
En un video reciente, Fabrizio Mejía Madrid resumió la “desastrosa” historia del Fonden. Quienes “extrañan” el fondo en realidad extrañan la “pura robadera”, ya que operaba bajo un secreto que facilitó la corrupción sistémica.
El fondo, recordaba el novelista, desviaba recursos para las campañas electorales del PAN y beneficiaba a un puñado de no más de 10 empresas. Durante el foxismo (con Santiago Creel en Gobernación), la asignación de ayuda llegó a ser del 10% para los damnificados y 90% para “compadres”. Se realizaban compras de última hora por “fuerza mayor” para evitar licitar; por ejemplo, Spite Medical S.A. de C.V. cobró millones sin entregar medicamentos, y $80 millones de recursos de emergencia fueron invertidos en la casa de bolsa Ixe.
Operativamente, el dinero no podía llegar hasta que se emitía una “declaratoria de desastre” por Gobernación, proceso que podía tardar una o dos semanas.
La corrupción continuó: Felipe Calderón decretó 561 declaratorias sin revisión. Bajo Peña Nieto, los precios se inflaron hasta en 2000%. Entre 2004 y 2017, la Auditoría Superior de la Federación revisó $17,827 millones, de los cuales $4,180 millones fueron robados (una cuarta parte), según México Evalúa. Mejía enfatiza que esta corrupción era de las peores porque le robaba a quienes se habían quedado sin nada.
Así que es tiempo de olvidar la melancolía y recuperar la verdadera historia del Fonden.
La revelación de Sheinbaum
Ante las recientes lluvias de octubre en varios estados de México, acicate automático de la nostalgia por el Fonden, la presidenta Claudia Sheinbaum Pardo tuvo que recordar la evidencia financiera, desmintiendo el mito de esa caja llena y lista para ser usada.
Su postura, reiterada con contundencia en su conferencia mañanera del 15 de octubre de 2025, cortó de tajo cualquier retórica sobre la supuesta eficiencia perdida: “Lo único que tenía el Fonden eran puras deudas, no tenía dinero el Fonden”.
Esta es la realidad contable que la nostalgia convenientemente ignora. El fideicomiso, que debía ser un instrumento de previsión, era para 2018 un pasivo gigantesco. Sheinbaum Pardo recordó que, al finalizar la administración de Enrique Peña Nieto (2012-2018), el Fonden acarreaba una deuda superior a 13,000 millones de pesos.

Este déficit no era una abstracción, sino la consecuencia directa de un manejo irresponsable que había comprometido recursos futuros, especialmente los derivados de los grandes desastres, como los huracanes y los sismos de 2017. La Secretaría de Hacienda había detallado que el Fonden tenía 4,911 millones de pesos en activos, pero arrastraba pasivos por 18,034 millones de pesos, lo que dejaba un saldo negativo de 13,123 millones de pesos. El salvavidas nacional era, en realidad, un pozo vacío de compromisos impagables.
La mandataria tuvo que recordar lo que los nostálgicos del viejo régimen olvidan: que el Fonden era un “esquema muy burocrático que tardaba mucho en bajar la ayuda”. Su extinción permitió migrar a un modelo de presupuesto público directo, dotando al gobierno de una capacidad de respuesta más ágil, manteniendo una partida anual de 19 mil millones de pesos para la atención de emergencias.
Esta reorientación financiera, según la presidenta, persigue la amplia asistencia directa a los damnificados, eliminando los “sistemas de poder” y los intermediarios que, en el pasado, hicieron de la ayuda una dádiva política, lejos de ser un derecho.
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La presidenta Sheinbaum ha seguido la línea de su antecesor y mentor, Andrés Manuel López Obrador, privilegiando el auxilio directo. El modelo de atención de la Cuarta Transformación (4T) se diferencia del “viejo régimen” neoliberal al privilegiar:
- 1. Asistencia Directa y sin Intermediarios: Se evita el escenario de “grandes negocios público-privados” que proliferaron en el pasado. La ayuda, incluyendo la reconstrucción y el apoyo a hogares, se entrega directamente a los damnificados.
- 2. Respuesta Expedita: Se busca la celeridad en la entrega de apoyos, como el caso de una inundación en Nezahualcóyotl donde el apoyo se brindó cinco días después.
- 3. Prioridad Social: Se da “amplia asistencia directa a los damnificados” y se prioriza “el reparto de la ayuda a los más necesitados y en menor medida a los de mayores recursos”.
- 4. Enfoque en la Prevención: Se enfatizan las labores preventivas, como el desazolve de ríos que se realiza desde principios de año.
Es distinto, incluso mejor, pero claramente no es suficiente.
El desfalco crónico
El Fonden se alimentó de la tragedia, pero sus arterias estaban obstruidas por la corrupción y la discrecionalidad. El extitular de Protección Civil, David León, describió el sistema como un espacio en el que se debía “andar en bicicleta con una mano, y con la otra ordenando los procesos anteriores, que son un chorro”, un ritmo acelerado para cubrir los vacíos de un sistema aletargado.
Las declaratorias extraordinarias, emitidas en solitario y a discreción del Coordinador, y las adquisiciones realizadas por los gobiernos estatales o las delegaciones federales, eran las grietas por donde se fugaban cientos de miles de millones de pesos. El Fonden se convirtió en una alcancía para negocios sucios.
La Auditoría Superior de la Federación (ASF) documentó “hallazgos de sobra” de que el Fondo se “utilizaba de manera incorrecta en los sexenios pasados”. El dinero, ese aluvión de millones de pesos gigante, no llegaba a la gente cuando se le necesitaba, sino que se demoraba hasta tres años, un desfase que convertía el auxilio en una cruel burla.
El director de Protección Civil de Tamaulipas y la alcaldesa de Tampico, en 2017, confirmaron que estaban recibiendo recursos de eventos ocurridos en 2014 y 2015.
La lentitud del proceso burocrático y la opacidad de los fideicomisos eran, de hecho, el caldo de cultivo de la corrupción. En el caso de Guerrero, a cuatro años de la tragedia del huracán Manuel (2013), la reconstrucción de vivienda del Plan Nuevo Guerrero estaba paralizada debido al “cúmulo de problemas generados por el uso irregular de los recursos millonarios del fideicomiso del Fondo de Desastres Naturales”.
JESUS-MANUEL-MACIAS-SOBRE-EL-FONDENEl avance físico de las obras era de apenas el 43 por ciento. Peor aún, esta parálisis burocrática se combinaba con la marginación social: 2,988 viviendas afectadas en la región guerrerense de la Montaña no fueron registradas en el censo de 2013, dejándolas fuera del programa federal.
La corrupción no era solo patrimonial, sino también intelectual.
Como señaló el geográfo del CIESAS, Jesús Manuel Macías Medrano, la academia mexicana se volvió compañero de viaje de estos procesos de gestión neoliberal, como el Fonden o el Prospera-Oportunidades, junto a la multitud de organismos autónomos, donde, “volcados en sí mismos”, estos profesionales publicaban proyectos sin sustancia que, al final, daba igual si no se aplicaban porque se cobraban y alimentaban el sueldo paralelo del SNI.
La reubicación como desastre socialmente construido
Los desastres no son “fenómenos naturales solamente, son procesos socionaturales”, es decir, una crisis que sobreviene cuando una sociedad vulnerable se enfrenta a una amenaza. La gran falla del Fonden, más allá del desfalco, fue que su intervención posdesastre no redujo el riesgo, sino que lo multiplicó en un círculo vicioso que “produjo pingües ganancias a muchos funcionarios gubernamentales y sus socios particulares”.
Aurelio Fernández, Jesús Manuel Macías y otras voces críticas han documentado que el Fonden, en alianza con la Sedesol, implementó una política de reubicaciones que demostró ser un “fracaso” ético y operativo. Tras el huracán Paulina (1997), la administración zedillista “inventó la edificación de unidades habitacionales para reubicar a los damnificados”, un modelo que se extendió hasta las llamadas ciudades rurales, a menudo promovidas con apoyo de la iniciativa privada.
Las viviendas construidas con recursos Fonden eran “diseños totalmente erróneos”. Algunos investigadores evaluaron que el diseño provenía de “la ciudad de México que no correspondían a una zona tropical”, resultando en casas “diminutas, sin ventilación adecuada y aglomeradas de manera indeseable”.
En San Pedro Juárez, Yucatán, se entregaron viviendas que no cumplían con las prácticas culturales de la población ni con la arquitectura tradicional maya, resistente a huracanes. El resultado era que estas casas se convertían en “bodegas inhabitables para personas” o se utilizaban de otra manera distinta a los fines para los que se crearon.
El modelo de intervención, que operaba en un contexto de pospolítica donde “lo político es desplazado para ser reemplazado por marcos consensualmente establecidos que reclaman direcciones técnico-gerenciales”, se tradujo en que la ayuda no respondía a las necesidades reales de la gente. El “juicio de valor estará determinado por los poderes hegemónicos, esos ‘tecnócratas ilustrados'” que diseñaban soluciones desde el escritorio sin la participación de las comunidades.
Los estudios comparativos sobre reubicaciones, como los coordinados por Macías, concluyen que estas acciones deben ser “recursos de última instancia y no prácticas regulares”. El sistema del Fonden falló, entre otras cosas, porque los funcionarios de Sedesol “no ofrecieron información oficial suficiente” y porque hubo “injerencia de las autoridades municipales con el aval de la SEDESOL” en la selección de los representantes comunitarios.
El modelo, al final, generó pérdidas terribles de dinero y un incremento del riesgo en lugar de mitigarlo.
Sin gestión integral del riesgo: la constante transexenal
La condena final al Fonden, y al modelo que lo gestó, es su ineludible trauma constituyente: la ausencia histórica en México de una Gestión Integral del Riesgo de Desastres (GIRD).
El sistema de protección civil se centró históricamente en la respuesta ante la emergencia.
La GIRD, en cambio, exigiría una comprensión transversal a la política pública que incida en el uso del territorio, pues es “ahí donde los desastres tienen su origen y es ahí en donde debe radicar prioritariamente la reducción del riesgo”.

Efectos del huracán Otis en Acapulco(octubre 2023) / Imagen: cortesía de El Economista
Muchos expertos han señalado la necesidad urgente de sustituir el término “desastres naturales” por el concepto de desastre socialmente construido, tanto en el marco jurídico como en los instrumentos de financiamiento y la organización institucional. La insistencia en denominar a los fenómenos como “naturales” exime de responsabilidad a las estructuras políticas y económicas que permiten la construcción en zonas vulnerables.
En el viejo régimen, el Fondo Nacional de Desastres articulaba su acción discursivamente con marcos internacionales, como el Marco de Sendai para la Reducción del Riesgo de Desastres, pero lo traducía en una política de reconstrucción que, al ser puramente reactiva, fallaba en el objetivo de la prevención estructural. La lucha contra la nostalgia del Fonden es, pues, la lucha contra esa lógica perversa que permitió a las élites utilizar los recursos del desastre para su beneficio tácito.
La desaparición del fideicomiso, con su enorme saldo negativo, fue el fin de una era de asfixia tecnocrática. En el segundo piso de la 4ta Transformación, el reto es un poco más arduo: mantener la asistencia directa, que ya ha demostrado ser más eficiente y menos propensa al fraude que la “administración mediática” del conflicto, es parte del paquete, pero no se vislumbra una nueva política de planeación y prevención a gran escala.
El Fonden, ese espectro dorado que hoy es invocado por quienes defienden la opacidad de los viejos tiempos, es el símbolo de la fragilidad que el Estado exhibió durante décadas de neoliberalismo.
La deuda de 13,123 millones de pesos que dejó a su paso es el recordatorio tangible de que la corrupción, la tardanza y la ineficiencia eran las reglas del juego.
Solo la consolidación de una planeación sistémica, enfocada en la prevención estructural y la reducción de la vulnerabilidad socioambiental, permitirá a la nación dejar atrás el legado de un fideicomiso que, al final, fue un desastre mayor del que pretendió mitigar.
Referencias
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Alcántara-Ayala, I., Garza Salinas, M., López García, A., Magaña Rueda, V., Oropeza Orozco, O., Puente Aguilar, S., Rodríguez Velázquez, D., Lucatello, S., Ruiz Rivera, N., Tena Núñez, R. A., Urzúa Venegas, M., & Vázquez Rangel, G. (2019). Gestión Integral de Riesgo de Desastres en México: reflexiones, retos y propuestas de transformación de la política pública desde la academia. Investigaciones Geográficas, (98). Disponible en: http://www.investigacionesgeograficas.unam.mx/ojs/index.php/ig/article/view/59784
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